Como cualquier otro politólogo no he resistido la tentación de ejercer mi propio análisis sobre el asesinato de Osama Bin Laden en Abbottabad el pasado domingo. El cual constituye en mi opinión, uno de esos pequeños instantes que el hombre elige arbitrariamente para distinguir entre unas y otras épocas. No nos equivoquemos, no es ni la Conquista de Constantinopla ni la Caída del Imperio Romano pero sí que atisba un punto de inflexión entre las dos primeras décadas del tercer milenio. De 2001 a 2011 el debate político global se ha visto centrado en lucha antiterrorista, Guantánamo, vuelos secretos, los actos de guerra en Irak y Afganistán, la detención sin cargos bajo acusación de terrorismo o la simple sospecha hacia una persona que vista con turbante por el simple y único hecho de vestirlo. Todas estas polémicas tienen en común que llevan implícitos una discusión acerca de nuestros más antiguos derechos y libertades como naciones democráticas. Estamos hablando de la libertad de prensa, circulación, opinión, religión o la presunción de inocencia. Todos aquellos que desde ámbitos académicos son clasificados como de Primera Generación. Con un resultado que parece indicar su supervivencia.
Los últimos años han estado marcados por este debate que parece desvanecerse de la memoria colectiva ante hechos mas acuciantes y donde la muerte del terrorista saudí solo hace que recordarnos el olvido. Tengo la certeza, de que el próximo decenio estará marcado por el debate en torno a los llamados de segunda generación: derecho al trabajo, a la propiedad, educación, vivienda, sanidad y en general a tener un nivel de vida adecuado. Principalmente acerca de los sujetos de estos derechos, por dos costados; por exclusión en los países desarrollados que intentan salvar su sistema y por inclusión en todos aquellos estados pujantes cuya población pide más y mejor. Ya estamos viendo señales de humo: el debate sobre la sanidad en Catalunya, el recrudecimiento del pacto de Schengen para controlar la inmigración o las masas egipcias levantadas buscan libertad, pero sobretodo, trabajo. Las causas de este debate son por todos conocidas. Solo nos falta avistar la fumata blanca.
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